Los organales, volvimos a Támesis

Volvimos a Támesis. Un pueblo en el suroeste antioqueño a casi 3 horas de Medellín. Luego de un poco más de un año sin viajar por la pandemia, decidimos aventurarnos nuevamente, esta vez para conocer los organales de Támesis, la cueva donde se contempla el río San Antonio que surte de agua al municipio.

 

El parque de Támesis

El recorrido por el parque principal es infaltable. Es raro viajar y ahora ver a todo el mundo de tapabocas, pero la pandemia nos impuso esa realidad y ya tenemos fotos para recordarlo cuando todo esto pase.

 

De caminada a los organales de Támesis

Contactamos a Montaña Travel, una empresa de dos “bacanes” como les decimos a las personas amables en Antioquia, que acaba de nacer. Sus dueños son Cristofer y Luisca y aunque tiene recorridos establecidos la ventaja con ellos es que te arman el plan a tu medida o a lo que quieras.

Nuestro guía fue Luisca. Nos recogió en el hotel a las 7:30 de la mañana, nos entregó cascos de protección, agua y a caminar. Empezamos a dejar el pueblo caminando, y poco a poco nos adentramos en la montaña. Nos impresionó lo alto a donde debíamos llegar. “Si ven el cristo arriba, allá vamos a llegar por encima muchachos, pero no hay afán”, nos decía mientras que la respiración se nos iba agitando cada vez más. El camino que se toma es prehispánico, de piedra. Por allí bajan campesinos con caballos y mulas permanentemente. En el trayecto se encuentran algunas paradas desde donde se empieza a contemplar desde lo alto el municipio y son lugares perfectos para el avistamiento de aves.

El camino es hermoso, lleno de vegetación, tranquilidad y poco a poco se empieza a contemplar no solo el municipio sino todo el valle del Cártama, un momento impresionante y gratificante porque el esfuerzo y el cansancio se olvidan al ver tanta majestuosidad.

La casa de doña Alba

Después de caminar en subida unas 4 horas, llegamos a la casa de doña Alba, una casa de madera en la cima de la montaña. Con su esposo estaba preparándonos el almuerzo. Ya eran las 11:30 y aunque no era hora de almorzar se nos hacía agua la boca. “Ahora es el momento de ponerse el casco, las luces y bajar a los organales de Támesis” nos dio Luisca. Nos dio risa porque pensábamos que ya íbamos a almorzar, pero no, cerca de ahí, estaba la cueva donde se contempla el río San Antonio que surte de agua al municipio de Támesis.

Los organales

Caminamos un poco, descendimos por unas cuerdas y llegamos a la boca de los organales de Támesis. Las sensaciones son impresionantes, una mezcla de miedo, de emoción y felicidad. Todos debíamos prender las lámparas de los cascos y solo caminar por donde nos indicaba Luisca. Adentro se ven grandes rocas, todo es oscuro aunque hay lugares a lo alto donde se entran pequeños rayitos de luz. El sonido del agua es estrepitoso, fuerte. Para escucharnos debíamos hablar fuerte.

El agua es helada y cada paso debe ser bien dado el agua corre con fuerza.

Luego de pasar por un tronco muy despacio, con las otras dos personas que íbamos en este recorrido, nos sentamos en una gran piedra. Luisca nos pidió que apagáramos las luces para vivir un momento distinto en ese lugar, conectarnos más con esos sonidos, y aunque al principio nos dio temor, apagamos las lámparas. El sonido y la fuerza del río se sintieron mucho más. Luisca empezó a tocar una dulzaina que había llevado. No tenemos palabras para describir este momento, nos sentimos parte de ese lugar, de esa fuerza, nos sentimos en hermandad, nos conmovió y fue emocionante y espiritual.

Luego de eso nos adentramos un poco más, y al cabo de unos 15 minutos nos devolvimos. Subimos nuevamente con mucho cuidado por las cuerdas que habíamos descendido y volvimos a la casa de doña Alba. Ahora sí era el momento de almorzar. Nos disfrutamos al máximo la trucha y la sopa de verduras que nos preparó.

 

Cerro Cristo Rey

Debíamos continuar el camino. Ya estábamos en la cima, empezamos a bordearla y nos encontramos con otra cueva, la conocen como la cuerva del cura, “dicen que en la época de los liberales y conservadores, un cura liberal tuvo que esconderse en esta cueva y por eso se conoce con este nombre” nos dijo Luisca.

Llegamos al Cristo Rey de Támesis que habíamos visto al inicio del viaje. Nos parecía increíble que estuviéramos en ese lugar. Es impresionante la vista y la altura. Se debe tener cuidado porque es una zona rocosa y relativamente angosta. Se ve Támesis y El Valle de Cártama.

 

El final del viaje

Empezamos a descender. Nuevamente el camino era de piedra. Ya las piernas sentian el cansancio. Calculamos que caminamos 11 kilómetros y en total tardamos 9 horas en subir y bajar a los organdíes de Támeis. Al descender se llega al Jardín Botánico del pueblo donde pueden verse petroglifos en algunas piedras grandes, allí descansamos un poco con el cansancio a flor de piel pero con una satisfacción que nos llenó el corazón.

Nos despedimos de la pareja que también nos acompañó en este viaje y de Luisca, el mismo que nos sacó lágrimas y sonrisas en el organal del río San Antonio cuando tocó su dulzaina.

Como dice la canción: “uno vuelve siempre a los mismos sitios donde amó la vida”, a Támesis volveremos.

Vive, sueña y viaja.

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